La siguiente colaboración para el Libro «50 Años del Taekwondo en México» basado en las memorias Dai Won Moon, corresponde al Maestro Alonso Rosado Sánchez, prestigiado filósofo y humanista de las Artes Marciales de México. Su estilo Sui Generis de escribir y sus reflexiones han dejado una huella sutil e indeleble a lo largo de más de 3 décadas y aquí retrata una memoria por demás interesante de la llamada «Edad de Oro de las Artes Marciales» en la década de los años 70′
EL TORNEO
Por Alonso Rosado Sánchez
Corría el año de 1973. Me encontraba sentado en las gradas del Gimnasio Juan de la Barrera en uno de los anexos más emblemáticos de la Alberca Olímpica, situada en la Av. Río Churubusco esquina con División del Norte, Ciudad de México. A mi lado estaba un niño de ocho años, mi hijo Alonso, quien me acompañaba a todas partes donde yo iba, y me sigue acompañando cuando se trata de asuntos importantes. Nos encontrábamos allá presenciando un torneo de Karate. El gimnasio estaba lleno de bote en bote. La multitud gritaba y aplaudía animando a sus competidores favoritos. Allá abajo, sobre la duela de un gran espacio donde normalmente se jugaba Basquetbol, pero que había sido habilitado para el Torneo de Karate, se disputaba la gran final. Un competidor, con su uniforme gris y el cabello crecido formando un halo subre su cabeza, como muchos estilaban en ese tiempo, se enfrentaba a otro competidor, de la Escuela Moo Duk Kwan, vestido con uniforme blanco que tenía franjas negras en las solapas. De pronte, éste lanzó una patada de lado. Fue tan rápida que su adversario no tuvo tiempo de pararla. Dio de lleno en el tórax. Los jueces levantaron sus banderas con las manos diestras indicando que había sido un punto inobjetable, todos lo vimos, pero el competidor que recibió el golpe no quedó conforme y comenzó a gritar que le habían robado el punto. Entonces se acercó a él uno de los maestros que hasta entonces había permanecido sentado junto a la mesa de honor y le pidió que se calmara, pues el punto había sido bien marcado; mas el competidor, lejos de tranquilizarse, se enardeció aún más y se acercó amenazante al maestro vestido de blanco, Entonces éste, con un movimiento repentino e inesperado, le asestó a su antagonista un cabezazo que le dio en pleno rostro, logrando así, y solamente así, que este bajara el tono de sus reclamos. Desde todas direcciones acudieron corriendo, con sus uniformes grises, practicantes para apoyar a su compañero y lo mismo hicieron los estudiantes de Moo Duk Kwan. El público contuvo la respiración y guardó silencio, pues esta a punto de darse una batalla campal, pero en el último instante el competidor que vociferaba entró en razón y aceptó el dictamen de los jueces. Todos volvieron a sus lugares y el torneo siguió desarrollándose como si nada extraordinario hubiera ocurrido. Muchos años han pasado desde entonces y algunos detalles escapan a mi memoria, entre ellos a qué escuela y organización pertenecía el joven que gritaba, pero sí recuerdo bien que el otro competidor, el de Moo Duk Kwan, se llamaba Ramiro Guzmán y el hombre vestido de blanco que tuvo que dar un cabezazo al que vociferaba, era el maestro Dai Won Moon. Era la época en que entre las organizaciones de Karate, Kung Fu y las de Tae Kwon Do habían muchas diferencias y todos defendían sus posiciones con ardor y hasta con fiereza. “Hoy todo ha pasado, como dice el tango Silencio, flores en el huerto, un himno a la vida, los arados cantan.” El antiguo encono entre las escuelas ha dado paso, y qué bueno que así sea, a una época de fraternidad y de acercamiento entre las organizaciones de artes marciales. Quienes fueron en un tiempo adversarios, ahora se ven como colegas y respetuosamente se tratan como mandan los cánones de la más fina cortesía. Una cosa es cierta, y hay que reconocerla debidamente, el maestro Dai Won Moon ha contribuido mucho a que las artes marciales en general y el Tae Kwon Do en particular, sean en México lo que hoy son y habiendo formado tantos campeones de talla internacional, él mismo, alumnos suyos o alumnos de sus alumnos. Ha logrado que el nombre de nuestra amada nación, en lo que respecta al Tae Kwon Do, sea pronunciado con respeto en todo el mundo. El maestro Moon se comporta como el gran mexicano que es, defendiendo con pasión, cuando ha sido necesario, a nuestra patria. Además, recordando que a los proverbios o refranes se les llama “Los evangelios chiquitos” por la gran sabiduría que encierran, uno de ellos dice: “Hechos son amores, que no besos y apachurrones.” El maestro Dai Won Moon ha contribuido a crear prosperidad en nuestro país, al hacer surgir fuentes de trabajo en sus mucho Dojangso escuelas en donde se enseña el Tae Kwon Do por sus alumnos directos o alumnos de sus alumnos. Por las razones expuestas, por muchas más que no enumero para no hacer este escrito demasiado largo, al cumplirse cincuenta años de la llegada del Tae Kwon Do a México, felicito calurosamente a su difusor masivo, sin reservas de ninguna especie, maestro Dai Won Moon, a su organización Moo Duk Kwan y a los profesores que atinadamente trabajan en ella, diciendo: “Larga vida a Moo Duk Kwan, a sus profesores y al maestro que le dio existencia, Dai Won Moon.”