Una de las características más peculiares del aikido es el objetivo que tiene el practicante que realiza la técnica, llamado Nage, de armonizarse con su atacante, llamado Uke para neutralizar su ataque produciendo el menor daño posible a Uke. Así, Nage tiene no solamente que pensar en si mismo, sino en aquel que lo agrede. Contrariamente a lo que podría pensarse, esto requiere de una gran fortaleza física y espiritual. Aquel que ataca está en un error, pero el trabajo de Nage no es aniquilarlo, sino guiarlo para que que el mismo entienda que esta en cometiendo un error. Para Nage es mas importante guiar y ayudar a Uke que “ganar” el combate. O dicho de otra forma, tal vez el concepto de ganar de Nage, sea precisamente ese.
Existen varios aspectos en la práctica de aikido para poder aspirar lograr el objetivo mencionado. En el aspecto técnico, las técnicas del aikido pueden ser devastadoras para Uke. Es por eso que parte de la práctica de Nage consiste en profundizar y dominar dichas técnicas en todos sus aspectos y niveles para poder así aplicar la técnica en la forma y nivel requerido para cada circunstancia. Las técnicas, sean inmovilizaciones o proyecciones, también demandan que Nage aprenda a “fluir” con los ataques de Uke. Esto significa no oponerse inmediatamente a los ataques; sino más bien aceptarlos y guiarlos de tal forma que queden neutralizados. Este es uno de los aspectos más difíciles de dominar en la práctica del aikido. Al fuego no se le apaga con fuego sino con agua.
El concepto de armonización y fluidez va más allá del atacante. En realidad, el fin último es que Nage se armonice y fluya con el entorno que lo rodea, con el Universo mismo. Aspirar a ser uno con el universo es aspirar a ser realmente invencible. Por su parte, la fluidez nos ayuda a mantenernos flexibles y con la mente abierta ante las circunstancias y los embates del atacante, pero sobre todo de la vida. La práctica del aikido nos ayuda a llevar una vida con mayor armonía y fluidez, con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea. Esta es tal vez una de las mayores contribuciones que el aikido da a las vidas de su practicantes.
Por Alberto de la Peña