Finalmente pude ver la tercera entrega de John Wick, interpretada por el siempre intenso actor Keanu Reeves. La cinta no decepciona a todos quienes hemos seguido la trilogía: La iconografía se mantiene: El Traje Negro de John Wick con su melena lacia y desaliñada, la barba salvaje color carbón, El Hotel Continental, Las Monedas de Oro, Las Fichas… pero lo mas importante para nosotros: Las Artes Marciales. Básicamente la cinta es un ballet interminable de muerte y combates mano a mano que se desarrolla durante dos horas, con todo y música de Vivaldi… La premisa es simple: John Wick debe morir por haber violado protocolos ancestrales del Concejo Supremo de los Asesinos a Sueldo y hay 15 millones de dólares como recompensa para quien acabe con él. Con base en ello y con el tiempo en contra se desarrolla toda la trama, aunque varios acusen que precisamente es de lo que carece. Pero la cinta no entrega más de lo que ofrece, ser una continuación de aquella historia que presenciamos desde nuestras butacas en la primera película de la tríada: Un ex asesino a sueldo, John Wick, encuentra la redención en el amor y matrimonio con Helen, la mujer de su vida, quien lo alejó de su cruento pasado. Pero Helen fallece víctima de una enfermedad terminal. Antes de morir le obsequia un cachorro para que tenga de quien cuidar. Estoico en su sufrimiento y a bordo de un Ford Mustang Mach 1 edición 1969, John Wick conduce hacia la soledad y el recuerdo de Helen cuando el destino lo pone frente a un mafioso, quien resulta ser hijo de uno de sus antiguos socios. Aquel ofrece comprarle su coche, John Wick desdeña el ofrecimiento y el obscuro junior y sus esbirros allanan su casa, matan a su perro y roban el coche. A partir de este big bang se desata una venganza implacable de John Wick que se ha extendido ya por tres capítulos.
La historia se narra en unas cuantas líneas, tal como lo acabamos de hacer, sin embargo el subtexto es muy interesante, ya que básicamente y más allá de la historia de un tipo con mala suerte que estuvo en el lugar equivocado en el momento equivocado, la cinta puede verse como un relato centrado en la ley de la causa y efecto que vuelve a poner a John Wick cara a cara con su pasado y con la enorme y obscura estela que dejó tras de si. Tiene la opción de seguir adelante con la promesa que hizo a Helen de convertirse en alguien diferente, pero opta por la Venganza y se transforma en una especie de Ángel del KARMA que regresa para cobrarle a todos las consecuencias de sus actos. Pese a tratarse de asesinos a sueldo enfrentados todos contra todos, se plantea un inquebrantable código de honor y lealtad entre aquellos que más han perdurado en el negocio de la muerte, quienes no se rigen por él o quiebran sus reglas inexorablemente son exterminados o bien caen defendiendo de manera estoica y fatal ese código no escrito. Las coreografías de pelea son simplemente magistrales y ejecutadas de manera exquisita y brutal por el actor Keanu Reeves, ese actor de Hollywood que se ha identificado con muchos aspectos de la cultura del BUDO. Ya en la cinta Punto de Quiebra, Keanu mostró buenas dotes escénicas en las peleas cuerpo a cuerpo y ni que decir de su interpretación de Neo en la trilogía Matrix, donde lo vimos madurar desde la primera entrega en la que se veía un tanto acartonado y movido por alambres (el famoso «wire fu») hasta la tercera cinta donde sus desplazamientos y golpes lucían mucho más creíbles. Posteriormente lo veríamos en “The Man of Taichi” como un villano diestro en el Kung Fu y también como un estoico guerrero con habilidades místicas en los “47 Ronin” pero es sin duda en la trilogía de John Wick donde Keanu Reeves ha dado un salto cuántico y su dedicación, su compromiso de muchos meses en la preparación y entrenamiento de las secuencias de acción que dirige el prodigioso coreógrafo y artista marcial Jon Valera han rendido frutos, ya que realmente luce como un implacable Neo Ronin que hace gala de su habilidad en las artes marciales, las cuales combina de manera mortífera con diversos tipos de pistolas y armas de fuego. En las tres entregas de John Wick los combates son una cátedra de 3 sistemas fundamentales: Aikido, Judo y Jiu Jitsu, hay golpes intermedios, secuencias con cuchillo al estilo Eskrima Filipino y las consecuentes incrustaciones y mutilaciones, pero siempre, inexorablemente, se vuelve a las referidas técnicas fundamentales del BUDO, especialidad del coreógrafo de peleas Jon Valera que encuentran eco en la propensión de Keanu Reeves por las Artes Marciales Japonesas.
En John Wick 1, Un Día para Matar, las peleas son sumamente fluidas y hay planos secuencias prolongados que son verdaderas joyas de combate (Plano secuencia en el lenguaje cinematográfico se refiere a tomas prolongadas sin edición) donde las técnicas lucen impactantes y casi todas son rematadas con un tiro de pistola a la cabeza de los rivales. En John Wick 2 por su parte, los enfrentamientos son más prolongados y en ocasiones rayan en lo absurdo pero siempre se resuelven con un obscuro sentido del humor que es también la rúbrica del personaje de John Wick. Es en la tercera parte, subtitulada Parabellum (En alusión a la frase marcial latina: Si vis pacem para bellum / «Si quieres la Paz prepárate para la guerra») que las peleas de John Wick se tornan particularmente violentas y viscerales; sin embargo el humor negro siempre sale al rescate (la escena en la librería) y la cinta tiene el acierto de nunca tomarse demasiado en serio, pues el director Chad Stahelski parece hacernos un guiño que dijera: «Estamos frisando en lo absurdo pero venimos a gozar de escenas y coreografías fantásticas» y vaya que funciona, a pesar de los ojos y manos perforados, de las patadas de caballo, de los incontables tiros en la cabeza, la cinta nos hipnotiza con su cadencia de golpes, tajos de cuchillo y hasta de KATANAS al estilo Iaido y Kenjutsu. Las escenas en motocicleta y contra motociclistas son electrizantes (mis respetos para TODOS los Stunts que trabajan en las cintas de John Wick). Hay una escena en particular donde John Wick hace dueto de combate junto con Sofía (Hale Berry, estupenda en la interpretación) donde ambos escenifican una impecable ejecución de técnicas, primordialmente de Aikido. Allí están presentes las torsiones de brazo, proyecciones de pie y de rodillas (suwari waza), impecables e implacables proyecciones como irimi nage e Ikyo se ejecutan como ni siquiera Steven Seagal lo hizo en sus primeras cintas. Para subrayar el tono de pesadilla dantesca donde todos los asesinos se van directo al infierno, están los cancerberos pastor alemán de Sofía que se suman a la macabra danza de la muerte en contrapunto al concierto de golpes terminales de Sofía; hasta le ayudan en ocasiones con mordidas al vuelo dirigidas a las extremidades de sus contendientes siguiendo la fluidez de las técnicas de su implacable dueña.
En esta tercera entrega los combates se enriquecen con un par de villanos indonesios que hacen gala de su maestría en técnicas de Penjak Silat, igual de encomiables son las técnicas eclécticas que demuestra Zero interpretado por Mark Dacascos (hijo el legendario campeón de formas y combate de los circuitos abiertos de Norteamérica Al Dacascos) como némesis de John Wick, a quien no veíamos en pantalla desde hacía tiempo. Es entre Zero, John Wick y los guerreros indonesios que se hace patente un respeto y código de honor, una admiración que no se detiene ni aún con la muerte de por medio.
Es aquí donde se me antoja hacer una observación: Todos los villanos que enfrentan a John Wick lucen sus destrezas especialmente en sistemas como Kick Boxing, híbridos como Krav Maga y MMA simplemente para morir rápidamente a manos del Aikido, Judo (esos taiyo toshis, kata gurumas, maki komis…) y Jiu Jitsu de John Wick. Solamente entre John Wick, Zero y los asesinos indonesios se marca un respeto patente por los estilos que lucen entre sí. La cinta es también un grito en contra de la época de las redes sociales y la tecnología: Ninguno entre las decenas de asesinos combatientes sostiene jamás un smartphone, ni por equivocación, son todos celulares premodernos que apenas y tienen función de mensajes de texto, las llamadas importantes sobre el monto de las cotizaciones por la vida de John Wick se hacen a través de antiguos teléfonos de largos cables. Por su parte Bowery King (interpretado impecablemente por Laurence Fishburne) hace alusión a las palomas mensajeras como el método de comunicación más fiable e inhakeable que existe. También evidente es el mensaje subyacente de que la sutil e impronunciable amistad que se va tejiendo entre algunos de los personajes está por encima de los antiguos y rígidos códigos bajo los que se rigen los asesinos de la Orden Suprema.
Este mensaje de rebeldía ante la modernidad y la tecnología a través de las artes marciales y la amistad, teniendo como aliada a la muerte misma, es parte del código genético de John Wick, a quien puedo vislumbrar de regreso en una cuarta entrega para deleite de quienes nos sentimos fascinados por sus destrezas y lo que provoca en nosotros su personaje; hasta un servidor terminó escribiendo una reseña de cine después de tantos años de no hacerlo…
Icónicas escenas de combate en John Wick: Un Día Para Matar
Escena de Combate de John Wick 2: Otro Día Para Matar
Otra escena de pelea de John Wick 2
Escena en baja resolución de John Wick 3 enfrentando a los guerreros Indonesios… (Evita ver si no has visto la cinta)